La pasión por el vino está también llamando a visitar alguna bodega, conocer como es el proceso para la obtención de estos caldos, disfrutar de una cata final y en muchas ocasiones contemplar edificaciones fantásticas.
Nosotros aprovechando un viaje a Valladolid visitamos la bodega de Pradorey, en la Ribera del Duero, cercana a la ciudad de Aranda del Duero. Los viñedos de esta bodega son relativamente jóvenes, de treinta a cuarenta años casi todos de la variedad tempranillo.
Nos recibieron cordialmente, comenzaron con la historia de la bodega sus orígenes y sus propietarios, tras lo cual nos acercamos a ver las vides dispuestas en espaldera.
Y tras colocarnos una bata y un gorro blanco comenzamos a ver la bodega siguiendo el camino que normalmente sigue la uva desde que llega hasta que se convierte en vino. Todo explicado de forma sencilla pero detallada, desde que la uva se rompe, se despalilla y su zumo y pellejos se envían a los primeros depósitos de acero para que comience la fermentación alcohólica, a continuación se eliminaran las partes sólidas y se hará el trasiego hacía otros depósitos donde se producirá la fermentación maloláctica en la que se reduce la acidez del vino y se refinan los sabores.
De estos depósitos se llevará el vino a los toneles, normalmente de roble francés o americano, donde el vino estará en contacto con la madera unos meses, en función del tiempo se tendrán vino roble,(4 meses), vino de crianza,(12 meses), reserva, ( al menos 12 meses en barrica y tres años de envejecimiento), y gran reserva, ( 24 meses en barrica y al menos 3 años en botella).
En estas bodegas se elaboran vinos que cumplen con los requisitos de la denominación de origen Ribera del Duero, y otros vinos especiales para los en algunos casos se utilizan tinajas de barro.
Una vez que ha pasado por barrica el vino se embotella y sigue en las bodegas un tiempo que será mayor en función del tipo de vino.
Para completar la visita nos ofrecieron una cata de tres de los vinos que producen, momentos para disfrutar y aprender. He de decir que mi paladar es incapaz de sentir los aromas y los sabores que nos indicaba nuestra anfitriona.