Polonia es un gran país situado en Europa Central, con fronteras con Alemania, República Checa, Eslovaquia, Ucrania, Bielorrusia, Lituania, Rusia (enclave de Kaliningrado) y el mar Báltico. Su historia ha sido muy convulsa con invasiones de suecos, rusos y alemanes, y con fronteras que han ido cambiando hasta las actuales que han sido consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Actualmente es miembro de la Unión Europea, habiéndose producido su mayor crecimiento desde que se unió a ella. Sigue manteniendo moneda propia el zloty, pln, un euro son unos cuatro zlotys. Es un país de mayoría católica, teniendo una gran cantidad de templos de esta religión.
Para viajar dentro del país recomendamos utilizar el tren, muy moderno y con alta velocidad, no es caro y es bastante puntual. Tras pasar un día y medio en Varsovia nos dirigimos a Cracovia, también en tren. Compramos los billetes en ventanilla con lo que pudimos aplicar algunos descuentos que no nos quisieron aplicar en la compra online a través de Omio o de la app polaca. A las dos horas y media estábamos en Cracovia. Para desplazarnos al hotel solemos utilizar Bolt, sale más barato aunque no siempre los coches son amplios y los conductores atentos.
Llegamos a mediodía, nuestro hotel se encontraba frente al Castillo de Wawel con el rio Vístula en medio, las vistas eran envidiables. Comenzamos nuestra visita cruzando por el Puente Dębnicki sobre el Vístula, (con muchísimo tráfico), llegando a la orilla opuesta continuamos por el paseo de ribera en dirección al casco antiguo, Stare Miasto, nuestro objetivo era la calle Grodzka que va de sur a norte. Es una calle peatonal, con gran número de establecimientos: cafeterías, pastelerías, restaurantes,… y tiendas de lo más diverso. Y cómo no podían faltar varias iglesias y monasterios: Las Clarisas, la Iglesia de San Andrés,… Esta vía nos lleva a la Plaza Principal de la ciudad, plaza del mercado y una de las más grandes que he visitado, en ella encontramos distintos monumentos. En el centro están unas galerías comerciales cubiertas, la Lonja de los Paños, con múltiples puestos de suvenires, joyerías donde prima el ámbar, ropas típicas, marroquinería,.. Al este de la plaza domina la Torre del Ayuntamiento de Cracovia, junto con algunas esculturas antiguas y modernas, y al noreste destaca la Basílica de Santa María, con dos torres majestuosas y también construida de ladrillo. Desde su torre más alta después de que el reloj marque la hora se oye una trompeta que toca una melodía en una de sus ventanas más altas, al terminar vemos como el músico saluda. (Desde la Edad Media el día entero, fuera de noche o de día, había en la torre más alta de la iglesia de Santa María un vigilante que advertía de incendios, de enemigos que se acercaban a la ciudad y de otros peligros. Una de las responsabilidades del vigilante era hacer sonar el toque de trompeta: inicialmente, solo al amanecer y al atardecer, para avisar sobre la hora de la apertura o cierre de las puertas de la ciudad y más tarde, desde el siglo XVI —cada hora—. La melodía del toque de trompeta, llamada en polaco «hejnał», se convirtió en un símbolo musical de Cracovia). Merece la pena pasear por la plaza, sentarse en alguna de sus terrazas y ver a la gente pasar, no olvidemos los coches de caballos que esperan a los clientes.
Rodeamos la basílica para ver sus distintas puertas y los relieves antes de dirigirnos hacia el norte donde se encuentra la Barbacana de Cracovia, fortaleza defensiva también de ladrillo. Antes callejeamos un poco y encontramos el Teatro Juliusz Słowacki, al oeste de la basílica. Rodeando la ciudad vieja hay un parque con arbolado muy agradable para pasear. Rodeamos la Barbacana y entramos por Puerta de San Florián, para seguir callejeando alrededor de la Plaza Principal, recorriendo algunas calles donde seguimos encontrando edificios religiosos, en todos o casi todos está presente el papa Juan Pablo II,
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Volvemos por la misma calle Grodzka para tomarnos unos pasteles en alguna de las múltiples confiterías, ya es de noche pero las calles siguen bulliciosas. Llegamos al principio de la calle donde se encuentra la Iglesia de San Gil, con una cruz en el exterior. En frente se encuentra la entrada al castillo de Wawel, decidimos rodearlo por el este, llegando al rio Vístula y encontrándonos con la estatua de un dragón que parecía proteger al castillo.
El segundo día nos dirigimos hacia el barrio judío, Kazimierz, iniciamos nuestro camino en el Vístula, caminando en dirección al barrio nos encontramos con un gran templo católico, la Basílica del Corpus Christi, como todas también de ladrillo y con entrada gratuita merece la pena visitar. Tras verla nos dirigimos hacia la Antigua Sinagoga, esperábamos un edificio distinto pero nos encontramos con uno normal, podemos entrar al museo porque los lunes la visita es gratis. Dentro hay una exposición de fotografías, de elementos de la cultura y de la religión judía. Nos sorprende que no haya vigilancia en el exterior como sucedía en nuestra visita a la sinagoga de Budapes. En el exterior hay una pequeña plaza llega de turistas, también vemos algunos judíos ortodoxos con sus trajes negros, su sombrero y sus patillas largas y rizadas. Cerca se encuentra la Sinagoga Remuh, con entrada restringida, junto a ella se encuentra un cementerio judío al que no se puede acceder. El barrio no es distinto a otras zonas de la ciudad. Ahora continuaremos hacía el Cementerio Judío de Cracovia, hay que cruzar bajo las vías del tren para llegar. Nos sorprenden las lápidas unas junto a otras casi apiñadas, bajo la sombra de los árboles, nos adentramos un poco para captar la belleza del lugar, no hay flores sino piedras colocadas encima de cada lápida.
Salimos para dirigirnos hacía el Castillo de Wawel, fortaleza situada junto al Vístula, en cuyo interior se encuentran distintos edificios, como no podía ser de otra manera hay varias iglesias, La Catedral de Wawel, casas para los soldados, el tradicional patio del castillo, y sobre todo unas vistas desde sus murallas del rio y de la ciudad. La construcción es fundamentalmente de ladrillo rojo, también hay partes de piedra. Salimos hacia la ciudad por la puerta que se encuentra frente a la Iglesia de San Gil, hacia el norte encontramos otro templo, Iglesia de la Santísima Trinidad, de estilo gótico, entramos también y como en todas nos sorprende la riqueza y un arco con un gran crucifijo encima situado en la nave principal. Cerca se encuentran los consulados de Francia, Alemania y EEUU, pero lo más interesante es un bar con terraza cubierta donde nos sentamos a descansar y refrescarnos con una cerveza polaca, 12 pln – 3 €. Tras el descanso nos dirigimos hacia el oeste y entramos en el parque que rodea la ciudad vieja, un sitio ideal para pasear y sentarnos rodeados de vegetación, allí encontramos la estatuas de matemáticas cerca de la universidad Jagiellona, se trata de dos matemáticos discutiendo Otto Nikodym y Stefan Banach. Continuamos subiendo por el parque hasta llegar a la Iglesia de San Francisco, similar a las anteriores pero donde encontramos frailes.
De aquí continuamos hasta la Plaza principal para buscar algún sitio donde comer. Queríamos comida polaca y tuvimos suerte al encontrar un restaurante típico con self-sevice, allí tomamos sopa de Gulash, codillo, pierogi y como no unas cervezas.
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Respecto a la comida hemos de decir que hay mucha oferta y sorprende sobre todo la cantidad de pizzerías. Hay muchos restaurantes de comida tradicional donde se ofertan los típicos platos polacos, por cierto bastante contundentes. Destacar los pierogi (empanadillas), las sopas, y algunos platos a base de patatas. La cerveza magnífica y menos cara que el café.