Si la pandemia fue una espina en la base de la administración, ahora cuando parece que se acerca la normalidad sigue sin aparecer. De todas las administraciones tan solo la educativa mostró su capacidad, las escuelas e institutos estuvieron al pie del cañón, inventaron medios y se adaptaron para ofrecer una enseñanza de calidad. Sin embargo, a las demás se les vio el plumero, la sanitaria dio la cara especialmente en los hospitales con las UCI’s y las plantas dedicadas al Covid, el resto se agazapó tras las batas, las consultas eran telefónicas, las operaciones se posponían, los diagnósticos no se realizaban,… aún hoy es difícil que el médico de atención primaria te atienda de forma presencial.
En la Administración pura y dura las cosas han ido incluso peor, porque a pesar de que se ha avanzado en atención telemática la población en general carece de formación o carece de medios para poder utilizarla. Muchos empleados públicos se quedaron en casa haciendo teletrabajo, el problema es que los expedientes en los que trabajaban no siempre estaban disponibles en formato digital, no todos tenían una línea de internet adecuada ni equipos en sus casas y por tanto lo que ha sucedido es que los plazos se han alargado, las resoluciones no han llegado porque no se ha tramitado.
En definitiva un auténtico desastre, no entendemos cómo en los centros de enseñanza el profesorado atendía diariamente a los alumnos, en muchos casos treinta en un aula con la sola protección de la mascarilla y el gel de manos, la distancia no se podía cumplir y las ventanas y puertas se mantenían abiertas para renovar el aire, el frio o el calor no importaba, mantas y poca ropa según el caso. En las demás administraciones: sanitaria, local, autonómica y estatal se trabajaba o mejor dicho se teletrabajaba o se dejaban las cosas sin terminar. Qué arriesgado es atender a una persona en una oficina, aunque se mantengan las distancias y se use mascarilla.